domingo, 2 de noviembre de 2008

Las almohadas

Cuando Miguel tenía dos añitos, empezó a mostrar gran interés por las almohadas. Como ya he comentado una de las pistas que nos llevaron a sospechar que algo no iba bien, fue que a Miguel le encantaba quedarse tumbado en la cama por periodos largos de tiempo, sin dormirse. Después de haber hecho una buena siesta, se levantaba merendaba y se volvía a la cama. Este interés por tumbarse en la cama a mi no me gustaba nada y aunque el pediatra insistía en que estaría cansado, yo no le dejaba hacerlo. No sé si sería por este motivo o por cualquier otro, pero la cuestión es que empezó a mostrar un interés excesivo por las almohadas, iba a la habitación cogía la almohada de su cama y venía a donde estuviesemos los demás y se tumbaba en el suelo con su almohada. Al principio no le dimos importancia, sólo pensamos "menudo comodón está hecho Miguelito!" Pero la cosa como podéis suponer fue a más, ya no era su almohada, era cualquiera. Si íbamos a casa de los abuelos, él iba a la habitación, sacaba una almohada y se ponía con todos en el comedor, poco a poco lo fue haciendo extensivo a cualquier casa que fueramos. Da igual que no conociese, enseguida encontraba las habitaciones con las camas y cogía la almohada. Decidimos que esta conducta había que cambiarla, así que empezamos a cada vez que cogía la almohada, le decíamos No y la devolvíamos a la habitación. Fue dificil, porque lo que parecía una tontería de un niño comodón, estaba convirtiéndose en una obsesión. No me gustaba ir a casa de nadie con quien no tenía mucha confianza porque sabía que Miguel, lo haría y al quitársela habría rabieta segura. Recuerdo que en casa de mis padres llegamos a la situación de cada vez que íbamos mi madre antes de entrar, debía esconder las almohadas en armarios para que no las viera. Además fue dificil, porque a todo el mundo le hacía gracia, en las comidas familiares se comentaba, "este Miguel es único, mira que le gustan las almohadas" pero claro era tan chiquitín y tan bomboncete, que no nos dimos cuenta de su obsesión hasta que estuvo bien adquirida. La verdad que costó, tuvo muchas rabietas por este tema, pero la constancia y el tesón pudo más que la obsesión. A veces a corto plazo no ves el momento en que algunas conductas cambien, pero Miguel me demuestra con su historia de vida que necesita de la constancia para poder aprender las cosas y que al final todo el trbajo lleva a un buen rumbo.

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