sábado, 12 de julio de 2008

Los cubos


A Miguel con 2 añitos le gustaba mucho jugar con unos cubos apilables, esos que usan los bebés que sirven para hacer torres o para encajarlos. Miguel los separaba, los juntaba, los apilaba... hasta que un día descubrió los trasvases, vió que si ponía cositas en uno y lo volcaba en otro, todo caía rodando, esto le fascinó sobremanera. Así que intentaba estar todo el día con los trasvases, en la bañera lo hacía con agua y fuera, con lo que pillara. Un día se dió cuenta de que cualquier envase servía para esto y empezó a utilizar de todos los tamaños, formas y colores, igual cogía una papelera casi más grande que él y lo volcaba en una palangana, o me cogía cacharros de cocina, allá donde fuera todo lo convertía en envases, desde chapas de botellas a cualquier cosa que os podais imaginar, se estaba convirtiendo en una obsesión. En el cole se convirtió en el "basurillas", en los recreos vaciaba las papeleras en busca de botellitas de lacteos, tapones de botellas, envases de yogourt... Era capaz de usar cualquier cosa, pero tenía fijación con sus cubos, aquellos apilables, que ya estaban rayados y estropeadísimos de todo lo que les metía, arena, piedras, agua, juguetitos, etc. Un día hasta dormido era incapaz de desprenderse de sus cubos, como se ve en la foto. Cuando empezaba con sus trasvases se concentraba tanto en esto que el resto del mundo desaparecía, se podía tirar horas, aunque no le dejábamos, sólo a ratitos para calmar su ansiedad. Cuando íbamos a la playa se pasaba el rato cambiando la arena de sitio, era el niño más feliz del mundo, ¡que cantidad de arena!

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